No es por ti, es por mí...

Yo soy el que tiene prisa . Yo soy el que tiene el reloj en la cabeza. Tic Tac Tic Tac detrás de los ojos. Yo soy el se pone de los nervios si te pones la camiseta o los zapatos al revés, si no te subes la cremallera, si no te abrochas el botón. Yo soy el que quiere que salgamos ya, el que quiere que estés preparado para salir ya . Yo soy el que se desespera porque tu hermana tarda en acabarse la leche. Porque tu hermano quiere vestirse conmigo al lado. Yo soy el que tarda un segundo de más en darme cuenta y en pedirte perdón por tirarte del pelo al hacerte la coleta . Y en darte un beso para que me perdones, aunque no haga falta . Yo soy el que olvida estas cosas. El que deja que las prisas me hagan olvidar lo que realmente tengo que hacer. Lo que necesitáis. Yo soy el que se olvida de lo importante que es ese Pikachu, ese dinosaurio, esa tarjeta. Lo importante que es irnos al cole con ese muñeco al que agarrarse. Iluso. Yo soy el que no se para a desear de verdad buenos...

La caja de bombones

Llegamos del cole, y ya hay hambre. Lo normal es que en el corto trayecto a casa mis hambrientos padawanes me hayan preguntado por lo que hay para comer entre 4 y 70 veces. A veces aún no está lista la comida y no sé qué contestar, a otras veces sí. Y a veces preferiría no hacerlo porque sé que no les va a acabar de gustar. No se puede vivir a base de helados, galletas y batidos. Y esos días la hora de la comida se convierte en una pequeña locura.

Pero también hay días que esa hora de la comida es un gozada. Esos días en los que nos metemos en faena en equipo, y Leia se empeña en ayudarme en la cocina, echando pellizcos de sal a la olla o la sartén mientras bailamos por Tina Turner, AC/DC o Tequila. Y luego entre todos ponemos la mesa. Esos días son en los que –casi– todo sale bien. A veces hasta comen sin tirar el vaso de agua sobre el mantel, o sin mancharlo todo demasiado, y luego llevan sus platos vacíos de vuelta al fregadero sin tener que pedírselo. Algunos días Leia incluso me da las gracias por haber hecho "la comida tan rica".

Otros, lo de ayudar y pasar un rato genial con papi en la cocina es imposible. El hambre se come a la diversión. Y a la paciencia. La mía y la suya. Juntos. No les gusta lo que les encantaba la semana pasada, las ganas de ayudar y jugar cocinando se esfuman. Exigencias, prisas y un pequeño mellizogeddon doméstico. Se desata el Lado Oscuro de la Fuerza. En la mesa Luke lo único que quiere es sentarse al lado de papi, o que le dé yo la primera cucharada del plato, que la enfríe con un soplido. O comer con una mano apoyada en mi brazo. O que le corte las patatas –ya fritas– más largas, o que haga el pinopuente, o que el pan tenga forma de crocopulpo, o... Hay días que el llanto no nos deja saber qué es lo que quiere. Berrinche general. Hay días que pierdo. Perdemos todos.

Y el caso es que el tema de la comida y la alimentación no es ningún drama en nuestra Academia Jedi, ya os hablaré de ese tema en algún otro momento, supongo. Pero esas escasas dos horitas, en la cocina con ellos, y luego en la mesa ya con la Maestra-Jedi, son un rato al día, mi rato del día, entre que salen del cole y yo me tengo que ir a trabajar. Y es como la caja de bombones de Forrest Gump; nunca sabes qué te va a tocar...

¡Que la Fuerza os acompañe!
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Comentarios

  1. Lo que es seguro es que nunca es una comida aburrida :)

    Al final son más los bombones que nos gustan que los que no jajaja así que siempre es una gozada ver qué sorpresas nos deparan cada día con peques en casa :)

    ¡Un saludo!

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    1. Aburrirme??? Hace 4 años que es imposible aburrirse... xD
      Saludos! ;)

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  2. jajaja, que bonita manera de contar una rutina familiar!! Me encanta! estoy segura de que cuando todxs crezcan echarás de menos "ese jaleo"
    Un saludo :)

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    1. Si es que no te haces una idea de lo que da de sí la "rutina" familiar con estos dos terremotos!! ;)

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