(Parte 1)
Es
viernes. El despertador suena temprano, más para la
Maestra-Jedi. Pero hace ya un rato que la pequeña
Leia ha decidido que prefiere despertarse en nuestra cama, así que el día empieza antes de que en mi móvil suene la llamada de los
jawas que tengo por alarma. Las 7:40. Al poco rato, la pequeña está desayunando con su madre, que hoy entra a dar clases un poco más tarde y puede entretenerme un poco más. Mientras,
Luke, por una vez, se ha levantado solo, y se viene a remolonear conmigo a la cama. Nos ponemos a ver fotos de
Star Wars en Instagram, ya reconoce a Darth Vader, a R2, a Chewbacca, a la princesa Leia, a Boba Fett... Primera
sonrisa del día en mi cara.
Mientras la
Maestra-Jedi termina de vestir a
Leia, nosotros acabamos de desayunar, y veo que no acaba de solucionarse el
problemilla que
Luke tiene desde ayer; sigue
estreñido. Así que mejor hoy se queda en casa conmigo, pero claro, hay que llevar a la pequeña al
colegio. Repartimos besos y salimos cada uno hacia nuestro destino. Llegamos al cole, como cada mañana, al tiempo que suena la sirena, y tengo que explicarle a
Leia que esta vez tiene que entrar sola. Pone cara de no entender nada, buscando la mano de su hermano. Al final entra, caminando hacia donde espera su
seño, pero no muy convencida. Más despistado aún está
Luke, que no entiende muy bien por qué nos volvemos los dos a casa, pero
contento de quedarse conmigo.
Las primeras dos horas en casa con el pequeño
padawan mejor os las resumo: dolores, llantos, manos agarradas, y muchos abrazos para dar fuerzas y
consuelo. La escena se repite varias veces, hasta que por fin parece salir del
atasco. La mañana empieza a enderezarse, y el
humor de los dos gira 180 grados.
It's showtime! Al rato recibo una llamada del compañero
Joaquim, y entre bromas tengo que confesarle que hacía tiempo que no pasaba una mañana solo con alguno de los peques, y que estaba feliz de haberle
robado el pequeño
Luke al cole. Hasta él parece feliz con eso: –
“¡Estamos los dos, papi! ¡Javi Luke y Papi!”–. No puedo describirlo como la
segunda sonrisa del día, porque no paramos hasta la hora de ir a por
Leia al cole. Saltos sobre la cama mientras yo intento arreglar el cuarto,
risas, muñecos y cosquillas mientras intento fregar en la cocina, carreras y más risas persiguiéndolo por el pasillo haciendo el 'tigre', sesión de
roughhouse. ¡Cómo lo echaba de menos!
Salimos a buscar a
Leia. Se extraña de que no llevemos su
mochila, él piensa que vamos al cole, como cada mañana,. Y hasta repasamos el trayecto: la casa rota –en obras–, los coches rojos, el tocón de árbol, el semáforo rojo/verde, las pintadas de la tapia del cole...
Leia sale corriendo a mis brazos,
contentísima. Me cuenta acelerada que hoy ha sido la
encargada de la clase, que se lo ha pasado –
“¡muy bien!”–. Ya es raro, porque habitualmente no cuentan nada de lo que pasa de puertas para dentro del cole. Siempre son
secretos. Y, tan contenta, le da un abrazo y un beso a
Luke. Ya no sé cuántas
sonrisas llevo hoy.
Beam me up, Scotty!
(Continuará...)
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