No es por ti, es por mí...

Yo soy el que tiene prisa . Yo soy el que tiene el reloj en la cabeza. Tic Tac Tic Tac detrás de los ojos. Yo soy el se pone de los nervios si te pones la camiseta o los zapatos al revés, si no te subes la cremallera, si no te abrochas el botón. Yo soy el que quiere que salgamos ya, el que quiere que estés preparado para salir ya . Yo soy el que se desespera porque tu hermana tarda en acabarse la leche. Porque tu hermano quiere vestirse conmigo al lado. Yo soy el que tarda un segundo de más en darme cuenta y en pedirte perdón por tirarte del pelo al hacerte la coleta . Y en darte un beso para que me perdones, aunque no haga falta . Yo soy el que olvida estas cosas. El que deja que las prisas me hagan olvidar lo que realmente tengo que hacer. Lo que necesitáis. Yo soy el que se olvida de lo importante que es ese Pikachu, ese dinosaurio, esa tarjeta. Lo importante que es irnos al cole con ese muñeco al que agarrarse. Iluso. Yo soy el que no se para a desear de verdad buenos

No soy el padre que pensaba que sería.... pero tampoco soy como Will Smith


Al menos no soy lo que representa Will Smith o todos los que defienden, justifican o excusan su bofetón a Chris Rock en la reciente gala de los Oscar. Porque en una simple bofetada, adornada con cientos de memes y acaloradas discusiones a favor y en contra, se resume todo lo que emana de la masculinidad tóxica.

La reacción violenta de Will Smith al chiste desagradable e inapropiado –por decir algo– que Chris Rock lanzó sobre Jada Plinkett es todo lo que arrastra esa masculinidad. Hasta la pose y la parafernalia, haciendo el paseíllo de ida y vuelta, como el gallito –macho– pavoneándose: "¿Habéis visto cómo defiendo a mi mujer?". Los posteriores gritos de energúmeno"¿Me oís todos bien?". Y la agresión, la violencia física como respuesta. Un modelo de masculinidad que es un obstáculo más para lograr una necesaria igualdad de género. "El amor te hace cometer locuras". Machismo de libro.

"Así es como muere la libertad, con un estruendoso aplauso". Parafraseando a Padme Amidala en 'La venganza de los Sith', todo el auditorio de la ceremonia aplaudiendo en pie al ganador del Oscar. Y el aplauso sobrepasa el Dolby Theatre de Los Ángeles. Medio mundo aplaude. Algunos sin rubor, otros excusando el bofetón con la defensa del ser querido. El hombre ha defendido a su dama. Aplausos.

Ahora explícale al niño de diez años que la ofensa hay que rechazarla con serenidad, educación y argumentos, nunca con violencia. Hace diez años, cuando aún cambiaba pañales y pasábamos noches entre tomas, ni pensaba en estas cosas. Bastante teníamos encima. Los problemas eran más inmediatos. Nunca se me pasó por la cabeza la hondura de los otros retos que con los años me plantearía la paternidad y la crianza. Uno siempre piensa en el futuro, sobre todo cuando ese porvenir asusta. Pero entonces no llegaba ni a imaginar la imposición que me hago hoy en día de intentar educar en feminismo, en empatía, en cuidados. Es obligatorio, porque así me lo he autoimpuesto, por necesidad, por justicia, por reparación. Porque hace diez años no me estremecían ni avergonzaban episodios tan bochornosos como el de Will Smith ni el aplauso posterior. Porque no quiero ser el padre que, hace diez años, hubiera podido dar ese aplauso.

Tras diez años de paternidad, no soy el padre que pensaba que sería. Atrás quedaron muchos años en los que sentía esa masculinidad dominante –no tan violenta, aclaro– más a flor de piel. Aún sigue ahí, escondida tras cabreos, contrariedades, estrés, exigencias, convenciones y estereotipos a los que acudimos como excusas constantemente. Pero con el paso del tiempo, paciencia y conciencia, y la compañía de mi familia y un puñado de amigos y amigas, sigo intentado no ser el padre que no querría ser, el hombre que no quiero ser.

¡Que la Fuerza os acompañe!

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