No es por ti, es por mí...

Yo soy el que tiene prisa . Yo soy el que tiene el reloj en la cabeza. Tic Tac Tic Tac detrás de los ojos. Yo soy el se pone de los nervios si te pones la camiseta o los zapatos al revés, si no te subes la cremallera, si no te abrochas el botón. Yo soy el que quiere que salgamos ya, el que quiere que estés preparado para salir ya . Yo soy el que se desespera porque tu hermana tarda en acabarse la leche. Porque tu hermano quiere vestirse conmigo al lado. Yo soy el que tarda un segundo de más en darme cuenta y en pedirte perdón por tirarte del pelo al hacerte la coleta . Y en darte un beso para que me perdones, aunque no haga falta . Yo soy el que olvida estas cosas. El que deja que las prisas me hagan olvidar lo que realmente tengo que hacer. Lo que necesitáis. Yo soy el que se olvida de lo importante que es ese Pikachu, ese dinosaurio, esa tarjeta. Lo importante que es irnos al cole con ese muñeco al que agarrarse. Iluso. Yo soy el que no se para a desear de verdad buenos

Tormentas de la paternidad

Un día y medio da para mucho. En un día y medio te da tiempo a vivir una nueva tormenta, y a la mañana siguiente correr descalzos por una playa limpia. Un día y medio da para sentir como si hubiera perdido de golpe la mitad de estrellitas y caras sonrientes que fui acumulando durante tantos meses.

Recorrer kilómetros jugando al veo veo, subir a un trenecito turístico que nos lleve a una playa con un cementerio de anclas, tomar batidos de helado de chocolate, o atravesar pueblos sin aceras perdidos por el Algarve. Las escapadas son un repostaje a mitad de un largo camino, una recarga de ánimo. En cambio, las rutinas tienen un efecto balsámico. Uno sabe lo que esperar y a lo que atenerse en cada momento. Y cuando por alguna razón las rutinas de toda la familia están patas arriba, sobre todo las de los peques, todo puede venirse abajo.

Nubes de tormenta sobre la costa de Tavira, Portugal.
La tormenta puede desatarse por extrañar tu cama y tus juguetes, o por ese peluche que te recuerda dónde está tu casa y se extravía. O por el hecho incomprensible de que el desayuno tenga una hora de principio y de final. Los adultos tenemos esas rutinas asimiladas y superadas, podemos entrar y salir de ellas a nuestro antojo. Tenemos ese horario interno ya digerido, y también tenemos herramientas para estirarlo o acortarlo, e improvisar cuando haga falta. Pero cuando tienes seis años, tu cama y tus juguetes son lo más importante del mundo, el peluche es tu compañero más querido y es insustituible, y jugar diez minutos más es tu única prioridad, aunque no lleguemos al catering del hotel. Y se desatan los rayos.

Y entonces llega el trueno. Y cuando el retumbar de tu último grito se va desvaneciendo, las estrellitas y caritas sonrientes se te escapan por el agujero del bolsillo, de entre los dedos. Y odias al Hulk descontrolado en el que el Dios del Trueno te ha convertido. Te sientes un fracasado, un farsante, un extraño temido, el peor padre del mundo.

Un día y medio da para mucho, y después de la tormenta llega la calma, aunque hoy me sienta mucho peor padre que ayer. Por fortuna la Maestra-Jedi está a mi lado. Y Portugal y su ritmo lento están cerca, siempre a tiro, siempre un recurso a mano. Siempre hay una playa en la que no importa el frío o el viento, siempre hay una carretera en la que olvidas a dónde ibas. Siempre hay un momento para otra foto. Y para recuperar las estrellitas perdidas, para otro abrazo, para otro "perdón, tesoro".

Y gracias por perdonarme tan rápido siempre.

¡Que la Fuerza os acompañe!

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Comentarios

  1. Me siento así tan a menudo... te entiendo tanto. Precioso post. Precioso.

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    1. Sí, imagino que es uno de los "lugares comunes" de muchos padres y madres, sobre todo conscientes. Gracias, Raúl, un abrazo!

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  2. Aish, cómo te entiendo, cómo odio a la mamá ogro que a veces sale a pasear, cómo odio no ser la madre y adulta y ejemplo perfecta, pero oye, no ser perfecto y que los niños sepan que la perfección no existe y saber pedir pedir perdón también son grandes lecciones de vida. A por esas estrellas perdidas.

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  3. Sin duda creo que todos nos sentimos a veces así... si para nosotros es complicado adaptarnos a sus ritmos para ellos a los nuestros mucho más... pero realmente creo que siguen pesando en ellos las caritas sonrientes y las estrellitas. Un abrazo

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  4. Ellos siempre lo olvidan todo. A los 5 minutos d sentirme la peor madre del mundo las tengo al lado como si nada hubiera pasado.... nos enseñan tanto.

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  5. Me identifico totalmente contigo. Pero en eso está la belleza. En reconocer que no somos perfectas y mejorar día a día

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  6. Precioso post. A veces ese hulk, al que yo llamaba ogro, se cuela. Pero cuando lo reconocemoa y lo sanamos seguro el mundo se llena de caras sonrientes

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  7. Qué maravilla de post y qué extraordinariamente bonito escribes querido amigo. Has expresado a la perfección eso que a veces también me sucede, a veces es difícil mantener la calma por el cansancio que nos acompaña cada día y la vida frenética que tenemos pero tenemos que navegar hacia un mar en calma donde disfrutemos lo maravilloso que nos ha regalado la vida y los momentos mágicos en familia 💚
    Gracias por tus post, siempre un regalo

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  8. Precioso como lo.cuentas ynwie razón tienes. Para eloos las rutinas son su seguridad, su espacio, sus cosas, su lugar en el mundo... Hay momentos de tormenta pero la calma siwmosi está a la vuelta de la esquina.

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  9. Angélica Muñoz7 de mayo de 2018, 16:22

    Hola! La verdad que todo el tiempo me pasa, luego viene el arrepentimiento y el cargo de conciencia y cuando piensas que mejor has hecho tu labor, te das cuenta que no eres la mejor mamá que creías.
    Un abrazo

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  10. Maravillosa entrada! No sabes cuanto te entiendo porque yo de maestra tengo poco. Intento llegar calmada pero hay veces que Fiona, la ogra de Shrek, sale a paseo y se lleva las estrellitas y las sonrisas. Suerte que como bien dices ellos perdonan pronto.
    Besotes

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