No es por ti, es por mí...

Yo soy el que tiene prisa . Yo soy el que tiene el reloj en la cabeza. Tic Tac Tic Tac detrás de los ojos. Yo soy el se pone de los nervios si te pones la camiseta o los zapatos al revés, si no te subes la cremallera, si no te abrochas el botón. Yo soy el que quiere que salgamos ya, el que quiere que estés preparado para salir ya . Yo soy el que se desespera porque tu hermana tarda en acabarse la leche. Porque tu hermano quiere vestirse conmigo al lado. Yo soy el que tarda un segundo de más en darme cuenta y en pedirte perdón por tirarte del pelo al hacerte la coleta . Y en darte un beso para que me perdones, aunque no haga falta . Yo soy el que olvida estas cosas. El que deja que las prisas me hagan olvidar lo que realmente tengo que hacer. Lo que necesitáis. Yo soy el que se olvida de lo importante que es ese Pikachu, ese dinosaurio, esa tarjeta. Lo importante que es irnos al cole con ese muñeco al que agarrarse. Iluso. Yo soy el que no se para a desear de verdad buenos

El tamaño sí importa

En este blog he hablado ya en varias ocasiones de barreras, psicológicas o no, de marcas, de plazos. Los tiempos en un embarazo siempre son importantes, y cada fase tiene su ritmo y sus sensaciones. Parece que todo es cuestión de ir pasando etapas y alcanzando metas. Resoplido de alivio al cumplir 30 semanas, resoplido de alivio al llegar a las 32 semanas. Resoplido de alivio a las 35... Resoplido de alivio final al tenerlos en los brazos.

Ahora llegan otras metas. Siempre nos habían comentado que durante la primera semana era normal que perdieran algo de peso, y así ocurrió. Lo malo llegó en la segunda, o mejor dicho, en la visita al pediatra tras la segunda semana. Seguían estancados, incluso perdiendo algo. La nueva meta es ahora ganar peso.

Al nacer los mellizos pesaron 2400 y 2300 gramos. Para ser ochomesinos (y mellizos), no estaba nada mal. Eran lo suficientemente maduros y grandes como para evitar la incubadora (otro resoplido de alivio aquí). Aún así, el comentario de todos era siempre el mismo: "¡Qué pequeñitos! ¡Son dos muñequitos!". Aún es pronto, apenas 24 días. Y ni siquiera hemos llegado a la fecha en la que salíamos de cuentas. Pero ves a otros bebés recién nacidos, y no puedes dejar de comparar. Algunos abultan tanto como los nuestros juntos.

Parece mentira, pero cuando se trata de los pequeños, todo te duele. Te duele que no duerman tranquilos. Te duele que te dejen el biberón a la mitad o rechacen la teta y pongan la encía a cal y canto como un dique de contención. Que no disfruten del baño y se lo pasen llorando. Que tras un buen rato dándoles de el pecho te lo echen y se queden tan agotados que no quieren volver a comer. Te duele que que sean tan pequeños que en vez de darles 90 mililitros les das 60 y aún así sobra, y a la hora vuelven a tener hambre. Te duele que sean tan 'pequeñitos', para todo.

Esta tercera semana ha sido dura. Apuntando las horas de las tomas, la cantidad, si han vomitado o no, si tomaban teta o solo biberón, si pedían, si ensuciaban, si lloraban...

Al final el pequeño ha ganado 400 gramos, y la hermana 300 y pico. Ya se van acercando a los 3 kilos.

La pediatra me ha visto la cara y ha dicho: "El padre ha resoplado de alivio!".

¡Que la Fuerza os acompañe!

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